Novena a Jérôme Lejeune

Motivo de esta novena 



El próximo 11 de junio 40 Días por la Vida celebrará en algunas ciudades españolas una misa blanca, una eucaristía en favor de los profesionales de la salud por los ataques recibidos a su integridad moral y derechos en la Ley de Eutanasia y en la reforma de la Ley del Aborto. 

La fecha elegida coincide con el día previo al aniversario de nacimiento de Jérôme Lejeune y, por ello, la novena se realiza por su intercesión para preparar los corazones de los asistentes para la eucaristía.

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¿Quién fue Jérôme Lejeune?

Jérôme Jean Louis Marie Lejeune (Montrouge, 13 de junio 1926 – París, 3 de abril 1994) fue un genetista, pediatra y activista francés, descubridor de la causa del síndrome de Down, proclamado siervo de Dios de la Iglesia católica. 

Marido atento y afectuoso, padre de cinco hijos, cristiano de fe firme, se opuso a la cultura de la muerte, llamando al aborto de los niños Down una “selección de la especie”, a la RU486 “el primer pesticida humano”, “la anticoncepción, que es hacer el amor sin tener un hijo, la fecundación in vitro, que es tener el hijo sin hacer el amor, la pornografía, que es destruir el amor, el aborto, que es destruir al hijo, todas cosas contrarias a la dignidad del amor humano”.

Parece que Lejeune repite también hoy: “Vosotros que estáis a favor de la familia, seréis objeto de burlas, dirán que estáis fuera de la moda, se dirá que impedís el progreso científico, se dirá que tratáis de amordazar a la ciencia a través de una moral anticuada. Pues bien, me gustaría deciros que no tengáis miedo: vosotros transmitís la palabra de la vida”


“Elige la vida para que tú vivas” (Dt 30,19)


Se puede afirmar que la lucha del profesor Lejeune, con tan solo las armas de la verdad y la caridad, es una lucha llevada a cabo con las manos desnudas, inscrita en la batalla final. Evocada en el apocalipsis de San Juan, entre Dios y Satanás. Frente a la arrogancia del Goliat de las potencias financieras y mediáticas, fuertemente armadas y protegidas con la armadura de sus falsas certezas, y de las nuevas leyes contra la vida, la Iglesia Católica del siglo XXI, por lo menos en Occidente, parece el “pequeño resto” del que hablan las Sagradas Escrituras.
De hecho, la Iglesia Católica, como David, dispone solamente del pequeño guijarro del Evangelio de la Vida y de la Verdad, pero, aun así, es capaz de golpear al gigante en plena cabeza y abatirlo.


En efecto, nosotros lo sabemos bien —y la vida entera del Profesor Lejeune nos proporciona un testimonio de luz— se trata de una batalla, algunas veces muy agria, que será larga y parecida a aquella de los últimos tiempos descritos en el último libro de la Biblia. Por tanto, la supervivencia de la humanidad misma está en juego.


“El enorme dragón rojo de siete cabezas”, es el prototipo de esta cultura de la muerte denunciada por San Juan Pablo II durante su magisterio, se detuvo delante de la mujer en cinta, a fin de comerse al niño tan pronto como naciera, y dispuesto a devorarnos a nosotros también al mismo tiempo. (cfr. Ap 12, 4).

Es necesario que seamos conscientes de que, una vez más, como ha sucedido a menudo durante su historia a lo largo de dos mil años, la Iglesia constituye el último bastión contra la barbarie: ya no se trata de Atila y sus hunos, a los cuales Santa Genoveva detuvo a las puertas de París en el 451, ni tampoco se trata de la lucha de los Papas del siglo XX —desde Pio XI a San Juan Pablo II— en contra de los distintos totalitarismos que ensangrentaron Europa y el resto del mundo.

Se trata de una barbarie esterilizada en un laboratorio, terriblemente eficaz, que la opinión pública prácticamente no percibe porque está anestesiada por el Goliat de las potencias financieras y mediáticas. Si, se trata justo de un combate hasta la última gota de sangre... hasta la muerte.

(De la meditación del Card. Robert Sarah sobre la vida del Siervo de Dios Jerome Lejeune, realizada el 24 de marzo del 2017 en París, durante la Misa anual de la Fundación Lejeune, celebrada en el aniversario de la llamada de Dios al Profesor).

Durante nueve días, dejémonos guiar por las palabras y las obras de este hombre de Dios, con la confianza y la esperanza de que él interceda por nosotros ante el Padre.

Oración de la novena

Oh, Dios, que has creado al hombre a tu imagen y semejanza y lo has llamado a compartir contigo tu Gloria, te damos gracias por haber hecho a tu Iglesia el regalo de la vida de Jerome Lejeune, eminente Siervo de la Vida. Él ha sabido poner su inmensa inteligencia y su Fe al servicio de la defensa de la vida humana, especialmente de la vida del recién nacido, con el pensamiento incansable de curar y sanar. Testigo apasionado de la verdad y de la caridad, supo reconciliar a los ojos del mundo, la fe y la razón. Por su intercesión, concédenos, según Tu Voluntad, las gracias que imploramos, en la esperanza de que tu Siervo sea pronto incorporado al número de Tus Santos. Amén. 
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