Actitud frente al abortorio
Reflexiones de Mon. Reilly (Helpers of Gods Precious Infants)
Para que podamos dejar que Dios actúe tenemos que quitarnos de en medio. No estorbar a Dios. Le tenemos que dar a Dios permiso para estar presente en nosotros, para actuar a través de nosotros.
Por lo tanto, es increíblemente importante ir al Calvario, es increíblemente importante cómo se está y quién está allí y la disposición de nuestro corazón para que los que nos vean y oigan, estén viendo, oyendo y experimentando a Jesucristo.
Así que el primer requisito si quieres tomar parte en el movimiento provida, y hacerlo bien, es que debéis esforzaros por la santidad de vida. Cuando vas al Calvario, has de tener los mismos sentimientos que Jesús en el Calvario.
Llegué a comprender en el movimiento provida que no es cuestión de nosotros contra ellos. No es el enemigo en un lado y los buenos al otro. La realidad es esta: que Dios nos ama a todos. Y que Dios nunca se aparta de nosotros, somos nosotros los que nos apartamos de Él. Y quiere que ellos se vuelvan hacia Él.
Así que cuando vas al abortorio, si tienes la mente de Cristo, no puedes ir pensando que alguien es tu enemigo. En la cruz dijo: “Padre perdónales porque no saben lo que hacen”. Está muriendo por ellos. ¿Cómo puedes morir por tu enemigo? ¿Cómo puedes dar la vida por alguien a quien odias? Da la vida por ellos.
Así que cuando vamos tenemos que transparentar a Jesucristo, quitemos todo lo que en nuestro espíritu nos hace pensar en el otro como nuestro enemigo, para poder pensar en el otro como alguien que Dios ama y necesita volverse a Él.
Y debemos estar dispuestos, como Jesucristo, a absorber su rechazo, sus maldiciones contra nosotros. Hay que esperar a que vuelvan a Dios y perseverar, ser amables y pacientes.
Esta es la actitud cuando vayas al Calvario. Si no haces esto, quédate en casa. No es fácil estar, pero si estás allí como debes, serás una luz. No estás llamado a tener resultados increíbles. Eso se lo dejamos a Jesucristo. Pero sí estamos llamados a ser embajadores fieles de Jesucristo en el Calvario donde se nos puede maldecir.
Pero si continúas yendo con esta actitud de amor y oración, tarde o temprano, inevitablemente, empezarán a ser atraídos, como todo el mundo, a la bondad, al perdón, a la verdadera vida, porque para eso fuimos creados, y empezarán a pensar.
Así que para estar en el Calvario debes mantener en ti un espíritu y disciplina de oración. Debéis orar antes, durante y después de hablar a la mujeres. Debe ser Jesús quien hable a las mujeres. Y debes llevarle esa presencia.
Y los que están orando no lo pueden hacer pensando que somos los buenos y condenando a los demás. Estamos allí por la gracia de Dios. Por la gracia de Dios. Nuestra actitud debe ser que nosotros hemos recibo una luz, la gracia de conocer el Señor de la Vida, la bendición de ser sus instrumentos.
Cuando vayáis ¡no le estorbéis! Dadle a Dios permiso para estar presente a través de vosotros. Quitad de vuestras vidas o de esa presencia cualquier cosa que indique que hay algún tipo de debate, confrontación, algún tipo de ira, el enemigo, los buenos y los malos. No, sólo estamos llevando la luz a la oscuridad. Y cuando llevamos la luz, y esa es toda nuestra responsabilidad, la oscuridad se tiene que marchar.
Es muy importante lo que está pasando en tu mente y tu corazón cuando estás allí. Porque había mucha gente en el Calvario, algunos estaban maldiciendo a Jesús, otros decían: “Baja de la cruz y te creeré”. Mira a María y Juan para saber cómo estar en el Calvario, mira a Jesús para saber cómo debemos estar presentes.
Lo que no puede ser es convertir la presencia orante en descanso, como para tomar café. No puede ser que la gente se tome un descanso después de orar un rato y se ponga a charlar, y en ese momento llega una mujer y lo único que ve es que están charlando y riendo. Aquello no le parece muy serio... y entra.
Es mejor que haya sólo dos en oración que ocho charlando y los demás estén tomando café. Tiene que haber una seriedad. No se puede ir al abortorio, esperar que estén todos (y mientras charlando) terminar y marcharos hablando. Vamos orando o en espíritu de oración, oramos y nos marchamos con el mismo espíritu.
Eso es mucho más efectivo que si llegáis y estáis hablando hasta que llegan todos y luego cuando termináis empezáis a hablar.
Mons. Philip Reilly